Con 'Los casos del comisario Croce' Piglia completa la mitología de un
personaje que pasará a los anales del género negro
En 2014, cuando al
escritor argentino Ricardo Piglia (1941-2017) le diagnosticaron ELA, su espíritu vital
siguió intacto, según cuentan quienes lo trataron. Tenía la
literatura, nada podía pasar. Diseñó entonces un plan para dejar un
puñado de obras póstumas que cerraran un currículum breve y a la vez esencial
para la historia reciente de la literatura en español. Con su lema de siempre
como bandera –escribir mucho, publicar poco– y gracias a un equipo de cinco
colaboradores y el sostén de su compañera Beba Eguía, Piglia dejó seis obras
concluidas, de las que este conjunto de relatos policiales forma parte. No fue
fácil. Con la movilidad de su cuerpo reducida al mínimo, Piglia dictaba sus textos y luego usaba Tobii,
un programa que permite escribir con la mirada. ¿Queda marca en la literatura
de los instrumentos técnicos con los que se escribe? El autor deja abierta la
cuestión.
Los casos del comisario Croce (Anagrama)
desarrollan la figura del que fuera uno de los protagonistas de Blanco Nocturno, un policía muy
particular, un “loco” que se guía por la intuición poética y la exactitud
matemática. “Estos comisarios de género son un poco ingenuos y fantasmales
porque, como decía con razón Borges, en la vida los delitos se resuelven -o se
ocultan- usando la tortura y la delación, mientras que la literatura policial
aspira -sin éxito- a un mundo donde la justicia se acerque a la verdad”,
aseguraba el autor de Respiración artificial en 2013.
En última instancia,
Croce es diferente. Convencido de que “el horror y la idiotez reinan en el
mundo” analiza las consecuencias del crimen antes que sus causas, trata de
explicar la realidad a través del hecho delictivo, narrarlo. La resolución, a
la que llega en la mayoría de las ocasiones, surge casi sola.
Como lector, editor
y divulgador, Piglia siempre estuvo cerca de un género que respetaba y amaba.
Por las páginas de Los casos del comisario Croce se cruzan referencias y
homenajes a Conan Doyle- en La resolución, relato que EL PAÍS adelanta
en exclusiva-, Allan Poe, Chesterton y más; lúcidas reflexiones sobre la
profesión de investigador y, de regalo, una luminosa conversación de Croce con
Borges sobre el crimen perfecto que hace de La conferencia un relato
especial. Croce cree que “en la senda de la investigación criminal gana el que
puede correr más despacio” y esa es la guía que sigue cada relato, lejos del
cansino “ritmo trepidante” impuesto por doquier.
Piglia creía en su
obra como un mundo interrelacionado. Sus lectores encontrarán aquí referencias
a su Adrogué natal, a su alter ego Emilio Renzi como interlocutor en El
tigre, a una de las hermosas hermanas Belladona, al almacén de los
Madariaga, al desdichado Luca. El libro empieza con La música, un relato
en que encontramos a Croce jubilado, para transitar luego por la vida del
policía, su trabajo en provincias en el oscuro El impenetrable, asediado
por el fascismo pujante a finales de los sesenta, joven pesquisa (detective sin
uniforme) en Mar del Plata... Así, en menos de 180 páginas, Piglia construye la
mitología de un personaje complejo, lejos de cualquier arquetipo, que quedará
en los anales del policial antes y mejor que otros cuyo nombre ha habitado
miles de páginas.
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