Presentado por Eladi Creuhet y dentro del ciclo Els dijous de la
cultura de la mort, el jueves 24 de octubre, en la
sede de Amics de la UNESCO de Barcelona, el poeta barcelonés Santiago Montobbio
dio la conferencia Sólo la derrota puede llegar a tener forma de
plaza, en donde –a través de aquellos poemas de su
extensa obra que hablan de la muerte y otros temas sombríos– llegó a la
consideración de Salvador Espriu –el poeta de la muerte– cuyo centenario ahora
se celebra.
La presentación de Creuhet empezó refiriéndose al endecasílabo
perfecto que es el título Los soles por las noches esparcidos, hecho que da idea del don que tiene el poeta para titular sus
libros. Este nuevo libro, al igual que el anterior, está publicado en la
colección de poesía El Bardo, de la editorial Los Libros
de la Frontera.
Montobbio comenzó refiriéndose a la sentencia “Mal escrito. Falta
vida” de Jorge Guillén, que en su adolescencia le había impactado porque sentía
que era un verso que encerraba una verdad sobre la poesía: ésta ha de nutrirse
de la vida. Desde esta máxima,
Montobbio se fue acercando al tema de la muerte que, en su opinión, ha de
alimentarse de la vida porque para él, como para otros
poetas, la vida es también el dolor, la pena, las sombras,
la noche y el silencio. La soledad del hombre y su final, que es soledad
asimismo.
La muerte está en los poemas y en las palabras, razón por la que
podemos acercarnos a la muerte desde la poesía, porque aquella está en la vida,
esa vida que es amor y es poesía. Pero en ella está siempre presente la muerte,
creciendo como un niño, acompañándola, lindando con ella.
Esa muerte fue el puente tendido por Montobbio hacia la
consideración de Espriu, que formó parte de sus lecturas
adolescentes que lo llevaron a descubrir la poesía. Ni Espriu ni Guillén están
muertos para Santiago, ya que su obra permanece sin
necesidad de aniversarios; por ello cerró la conferencia con el recuerdo y el
homenaje al autor de Primera història d’Esther, quien afirmó en
muchas ocasiones que su poesía era una meditación obsesiva sobre la
muerte.
Montobbio quiso destacar la conciencia de lengua –y el sentimiento
de ella– que hay en su labor y la sustenta: conciencia y deseo de escribir en
catalán de un modo casi como testamentario, convencido de
que el catalán desaparecería y de que debía dejar constancia de que era una
lengua de cultura y en la que se había producido una literatura de una altura
idéntica a la de las otras lenguas románicas como el castellano, el francés o el
italiano. Esta premisa le llevó a escribir con un rigor y pulcritud extremos en
el manejo de la lengua catalana.
Junto al aniversario de Espriu, Montobbio destacó que había tenido
lugar el de Bartomeu Rosselló-Pòrcel, cuya muerte fue el motor de cambio de la
narrativa, –El Doctor Rip–, a la poesía en la obra
del autor de El cementiri de Sinera. También conectó la obra de Espriu
con la del conjunto de autores renovadores de la narrativa europea entre ellos
el Juan Carlos Onetti de El pozo. Finalizó Montobbio con el anuncio de la
publicación en Italia de una antología de las narraciones de Espriu, en
traducción de Amaranta Sbardella. La clausura del acto fue a cargo de Eladi
Creuhet, haciendo hincapié en el concepto de final-muerte que había
expresado Montobbio.
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