martes, 25 de noviembre de 2014

Relato - LA SALA DE MÚSICA


Mi familia había salido al alba, discretamente, sin hacer ruido y no regresaría hasta el anochecer. Me sentía inquieta, no estaba acostumbrada a estar sola. Una incertidumbre me volteaba por la cabeza, ella era la única que no se había ido, es lo mejor para ti dijeron. ¿Por qué habían dado un día de descanso a todo el servicio doméstico?, si ellos estuvieran, si al menos si se hubiera quedado Clara, me haría compañía, vería alguien más por la casa. En fin, me dije con un punto de resignación, mientras bajaba las escaleras hacía la planta baja, lo hecho, hecho está.

 

Me acerque al piano, la música era mi gran escapatoria en mis momentos de soledad, situado en una gran sala destinada para conciertos, solo para amigos y familiares. En aquel rincón parecía insignificante, pero al mismo tiempo majestuoso, negro con su gran cola, mostrándose orgulloso, brillante. Un poco de música calmaría mis recelos, pensé al entrar. El día era esplendido, el sol entraba a raudales por los grandes ventanales que también daban a un hermoso jardín lleno de flores en esta época del año. Con un día así no debería tener pensamientos negativos. Me acomodé en la banqueta y mis manos empezaron a deslizarse por el teclado. Toda la casa se fue llenando de armoniosas notas.

 

De pronto, una carcajada retumbó por todas las paredes y rincones de la casa, en un eco ensordecedor. El miedo me paralizó. ¿Quién estaba ahí? Pasaron unos minutos que me parecieron eternos y no volví a oír nada, silencio. ¿Me lo había imaginado? Sentada delante del piano en aquella espaciosa habitación, me vi ridícula ante mis temores. Respire hondo para darme valor y proseguir con la pieza que estaba tocando. Un escalofrió me recorrió la espalda y tuve la sensación de no estar sola. Mis manos temblaban ¿sería otra vez mi desasosiego jugándome otra mala pasada? Sentía frio, mi aliento se veía como sucedía en pleno invierno. ¿Qué estaba ocurriendo? En un acto de valor gire mi cabeza para observar a mi alrededor y, allí estaba, de pie en el único rincón oscuro de la estancia. Vestido todo de negro era más una percepción que una visión y sin embargo, él estaba allí.

 

Dio un paso hacia adelante y acerté a verle un poco más. Alto, fuerte y los ojos... quedé hipnotizada mirándolos. Eran negros, penetrantes, profundos. Habló y el sonido de su voz grave me envolvió como un bálsamo para perder el sentido.

- Debes acompañarme, yo soy tu destino.

Incapaz de pronunciar ni una palabra, me levante sin dejar de mirarle a los ojos y fui hacia aquel desconocido.

 

La casa estaba en silencio, no había luz en ninguna habitación, la familia se extrañó, era entrada la noche y a estas horas no era normal que yo hubiera salido. Fueron por toda la casa llamándome sin obtener respuesta, hasta que llegaron a la sala de música. Lo que vieron les dejo paralizados sin comprender, allí con la cabeza recostada en las teclas del piano me encontraron. Mi rostro estaba sereno, sonreía, sin vida, pero feliz.

 

Tessa Barlo

 

 

2º Premio - II CERTAMEN DE RELATO INSÓLITO en Rubí / 21-11-2014

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